UNA TARDE DE RUINAS
Mes de Noviembre, cuatro menos cuarto de la tarde, nadie se retrasa… con la comida en el estómago porque sino se nos hace de noche, partimos desde la Fuente de la Villa, nuestro habitual punto de encuentro.
Los cuatro anónimos protagonistas de esta ruta, cómodamente sentados en el coche ponen rumbo a Puebla de Alcocer. Por el camino, cuentan cómo les ha ido el día, critican un poco… y parecen felices porque mañana será viernes.
Dejamos Puebla, su Castillo y su Convento atrás y por la carretera que va al Pantano de La Serena, cruce de Orellana o Castuera, buscamos la entrada que nos conduce hacia un paraje denominado Cogolludo, lugar donde se asientan las ruinas del pueblo romano de Lacimurga.
Situada antes del cruce de Esparragosa, en el margen derecho de la carretera, y señalizada por un moderno hito de plástico, la entrada nos da paso a una, en Noviembre, polvorienta pista de tierra, que con el paso de los kilómetros se convertirá en un curioso empedrado.
Algunos conejos y perdices huyen de nuestra “humana” presencia…¿Tan feos somos?, mejor no contestéis…
Paramos el coche a la altura de un gran y algo abandonado caserón y andando continuamos el camino hacia las orillas del Pantano de Orellana, las cuales bañan Cogolludo.
En un principio acompañados de encinas y retamas que luego ceden su sitio a olivos y monte, vamos acercándonos a nuestra meta; Lacimurga.
Bandadas de grullas volando muy bajo pero gritando muy alto, ponen música a nuestros pasos y amenizan nuestras conversaciones sobre el bajo nivel de las aguas; decidimos por mayoría absoluta, que el maldito cambio climático tiene la culpa.
Al cabo de un rato, entre dos grandes montes vestidos de verde y coronados por blancas rocas, un moderno puente de hormigón aprovecha el estrechamiento del pantano para unir las dos enfrentadas y agrestes orillas y dejar que multitud de pescadores practiquen su afición desde sus barandas.
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